Por: Martín Cálix
-¿Por qué putas mejor no me das un beso?-. Preguntó muy molesta aquella mujer fea, de pelo castaño y ojos estirados y de labios delgados que dormía en la cama de Cosimo, justamente, exactamente, al lado derecho de la cama. -¿Únicamente te interesa cogerme verdad?-. Le insistía ésta mujer, que además era una mujer insoportablemente fea y famélica. Pero para entonces el entramado gris de los años de Cosimo comenzaba a aturdir su entorno. Como luz tenue en una autopista vacía a mitad de la noche, Cosimo escribe. Pero no sólo escribe. También bebe una deliciosa taza de café que recién se preparó. Y es que después de hacer el amor a Cosimo le fascina tomar café y fumarse un cigarro tranquilamente.
Hoy por la mañana tuvo un impulso insoportable por salir a caminar, pero el miedo de lo que existe afuera volvió a vencerlo. No hay duda de que es un hombre acobardado por el peso de los años. Pero ya antes se había sentido así, y logró superarlo, únicamente tiene que recordar cómo hacerlo nuevamente.
Cosimo a veces luce invencible desde su silla de alquitrán, ríe de los imbéciles que a diario rondan su casa.