jueves, 20 de diciembre de 2018

palíndromo



este año –que se precipita con cierta tristeza hacia su final– he aprendido sólo una cosa: el deseo de querer ser un palíndromo.

un palíndromo tiene una elasticidad vertiginosa. un palíndromo es eterno. es el fuego de todo los fuegos. un palíndromo no se domestica. un palíndromo va a donde él quiera. se viste como quiere. toma el café de la mañana con entusiasmo de gladiador. un palíndromo no se le caga al éxito. un palíndromo se ríe de sí. se esfuma de las lecturas de poesía. le vale madres los poetas. un palíndromo duerme las seis horas que recomienda playground. un palíndromo es el bajista rockstar que jamás tuvieron los beatles porque prefirieron a mccartney –cosas de la amistad, ustedes entenderán–. un palíndromo vomita con furia de animal ancestral las resacas aunque tenga más de treinta. un palíndromo no sabe si viene o va. un palíndromo coge con la hipérbole. un palíndromo rompe la barrera del sonido cuando escucha a sting en walking on the moon. un palíndromo registra números positivos en su cuenta bancaria. un palíndromo es un insecto pequeño del bosque.

en fin, desear con el corazón apretado ser un palíndromo es mi deseo de año nuevo.