“Partir a la locura” es una invitación para cuerdos (Vamos a suponer que este libro es el boleto para subir a la balsa en que el autor hace su viaje). Las olas de este libro (suponiendo que cada capítulo es una ola) nos harán ir de un lado a otro, de un café a otro, bajo el sol sofocante de El Progreso o bajo una lluvia que también empapa el alma. Entre el mar de letras, vamos a escuchar a Silvio, Sabina, Saúl Hernández, Charly, Serrat, Aute y los Beatles (Ellos también tienen boletos para este viaje) Las olas van creciendo, se llenan del húmedo fuego que nos deja estampado el recuerdo de una mujer, de las imágenes que sólo se materializan en la imaginación, de hastío, suficiente hastío como para llenar la copa que nos embriagará la sonrisa hasta quedar borracha de tristeza. Y entonces, ya mar adentro, nos daremos cuenta que sólo en la locura encontraremos esa isla en la cual podremos soportar el peso de la cotidianidad de nuestras calles, de nuestros cafés y de nuestras ciudades. Y como dice el epígrafe con que comienza el libro, “Construiré una balsa y me iré a naufragar…” creo, sin temor a equivocarme, que el autor no naufragará ante el huracán de las letras, pues como veremos, viajar en su balsa nos da esa seguridad.
Ludwing Varela
Partiendo A La Locura
D.R. Martín Cálix
© Martín Cálix
© Para la primera edición Ñ Editores. 2011
El Progreso, Yoro, Honduras, C.A.
neditores@gmail.com
© Para la segunda edición Casasola Editores. 2012
Estados Unidos
Diseño de portada: Oscar Estrada
En portada y en interiores: Ilustraciones de Lucía Otero
Fotografía del autor: Fabricio Estrada
Diagramación: Casasola Editores
ISBN: 978-99926-56-83-9
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio que en su sana locura quieran utilizar para tan poca lucrativa actividad, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
“Estoy muy solo y triste acá
en este mundo abandonado.
Tengo una idea es la de irme
al lugar que yo más quiera.
Me falta algo para ir
pues caminando yo no puedo,
construiré una balsa y me iré
a naufragar.
Tengo que conseguir mucha madera,
tengo que conseguir de donde pueda,
y cuando mi balsa esté lista
partiré hacia la locura,
con mi balsa yo me iré
a naufragar…”
Tanguito
Conversación telefónica durante y después de la lluvia
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A Joanna
-por las incansables charlas telefónicas-
Aquella noche llovió.
Cada vez que llueve la tristeza me invade y no puedo evadirla. Hasta podría decirse que la tristeza llega a clavar sus uñas en mi espalda. Como una fiera en celo me acecha. En esos momentos siento que me voy, pero uno siempre busca algo de que aferrarse, entonces pensé en ella. En esa mujer que no conozco. Que sólo he visto una vez en la vida. He llegado a cuestionarme haber pensado en su rostro y su pelo negro largo, en tratar de recordar como con su mano izquierda acomodaba el mechón de su pelo que parecía no obedecer a la orden de quedarse en su lugar, y vino a mí la duda más quebrantadora para un hombre en esa situación y en medio del ruido de la lluvia y la oscuridad de la tarde que comenzaba a darle paso a la noche, que se precipitaba rápidamente desde el oriente, dije para mí mismo: -¿Estará pensando en vos?-
A Juana sólo la he visto una vez.
La recuerdo en el 1331 tomándose un vaso de té frío a las 10:30 am de aquel sábado en que nos conocimos, ese día hablamos de nuestro quehacer en el arte. Ella actriz. Yo poeta. Pero mientras esa fabulosa charla se desarrollaba Juana esperaba su reunión semanal de voluntarios para esa organización con nombre de mujer y yo pastas para almorzar.
Pero el caso es que la lluvia de esa noche me hizo sentirme triste. La recordé por alguna extraña razón y sin pensarlo mucho me decidí a enviarle el primer mensajito de texto…
+50499019901: :(
+50499009900: por qué estás triste?
+50499019901: llueve, en Progreso la noche se puso triste!
+50499009900: aquí también llueve y no hay luz, estoy escuchando opera…
+50499019901: pues aquí también se había interrumpido la electricidad! No me gusta la opera, yo escucho Pedro Guerra
+50499009900: la música te hace sentir diferente!
+50499019901: te transporta… sin duda la música es mi última guarida…
+50499009900: yo la uso para relajarme, es un buen escape!
+50499019901: sí, …sobre todo para mí es como un “elemento”, es decir, que tiene el poder de recrearme.
+50499009900: a mí me transforma…
+50499019901: sí? …hoy me siento una masa amorfa…
+50499009900: jajajaja yo todos estos días me he sentido así…
+50499019901: y vos por qué?
+50499009900: perdí la forma, de pronto no hay sabor en estos días. Y vos?
+50499019901: la soledad muerde mis pies… me harta su ladrido de perro carroñero que se alimenta del cadáver que dejé olvidado en mi almohada.
+50499009900: olvidado en la almohada… interesante. Mis sentidos se tienen una revolución.
+50499019901: tus sentidos? (…)
+50499009900: sí. No ven, no escuchan, no sienten, no saborean, no gritan.
+50499019901: pobre de tu novio!
+50499009900: jajajajaja! Sí, pobre.
+50499019901: poneles orden…
+50499009900: jajaja! Ocupo semáforos, para ordenarlos! Hey y al fin tus libros se secaron?
+50499019901: sí, dos catálogos son los que se echaron a perder!
+50499009900: ah qué triste, quizás los podés conseguir de nuevo.
+50499019901: no creo…
+50499009900: por qué?
+50499019901: porque ya no se pueden conseguir! Están agotados…
+50499009900: ohhh! Qué mal.
+50499019901: sí, mal es que creo que no podré ir el 16…
+50499009900: :/ no te preocupes! En otra ocasión será.
+50499019901: es que aún no me pagaron las fotografías…
+50499009900: hijole! Qué mal.
+50499019901: sí… esta semana me tienen que pagar…
Más tarde escuchaba una vieja canción. Son desangrado. Pero cuando las canciones son de Silvio no son viejas, cuando las canciones son de Silvio existen atemporales. Esta en especial, si en vez de canción fuera una lanza, literalmente atravesaría mi flácido cuerpo, sobre todo en la parte en que dice que el corazón se ahogaba de ternura, de ganas de morir multiplicado y hoy es un corazón tan mutilado que ha conseguido morir de cordura. Ahora que recuerdo tan bien la canción, quisiera olvidar tanto, quisiera poder dejarme, como le dije a Juana, como cadáver olvidado en mi almohada. Quizás ya lo haya hecho.
A la mañana siguiente abrí los ojos queriendo identificar dónde estaba, y al instante reconocí la voz de mi madre. Había amanecido en el sofá que adorna su sala. No fui capaz de dormir en mi apartamento. Por miedo al cadáver tal vez. Por miedo a mí es más seguro.
Ahora quisiera también hacer estaciones de reflexión acerca de todo lo que me pasa, he pensado en hacerlo, en invitar a un amigo por estación para que me haga compañía, pero sólo invitaré a los locos. Tan locos como yo. Locos por la canabis, locos de la rodilla para abajo, locos de media luna, diría Connolly, quien tiene el grado de loco mayor en mi cielo de locos atrevidos que desafían a la vida para vivir del sueño a la poesía. Seguramente Juana sabe que ya tiene asegurada una estación y no creo que le moleste, pero presiento que es tan ecléctica como lo soy yo.
Sí, ¡Ahora recuerdo! – Me dije tras mojarme el rostro con agua fría, después de levantarme lentamente del sofá en la sala de mi madre –. Ese poema que escribí tratando de explicarme, como quien se habla a sí mismo viéndose a los ojos reflejados en el espejo. Ese poema era para explicarme que estoy loco. Que la cotidianidad, aquella, devoraba mi esencia. Lo recuerdo como en el día en que lo escribí:
Hay días en los que soy un payaso
y todos se ríen de mí.
Hay otros en los que soy buzzlightyeear
y todo me parece genial, hermoso y transparente.
Pero hay en los que soy una puta
en esos días me pongo de alquiler
por un cigarro, por un café, por un beso en tu espalda...
la verdad casi por cualquier cosa.
Después de revolver recuerdos e indagar en mi locura, vi hacia la calle frente a la casa de mi madre y vi que
sólo quedaba el rastro de la lluvia nocturnal. Lluvia que ocultó a la luna. Lluvia que me entristeció. Lluvia que hizo volver a mí la imagen de Juana. ¿Existe acaso Juana? – me pregunte –. ¡Claro que existe! – me dije seguidamente –. ¿Si no, quién contesta mis mensajes? Ella no puede ser parte de esas clásicas evasiones mías. Juana no puede ser parte de una inventada realidad, en donde sufro de ser un poeta y ella de ser una actriz.
Luego tuve un incontrolable impulso de llamarle, de oír su voz como en otras ocasiones lo había hecho. Pensé que su voz entonces podría aliviar la sensación de soledad. Su voz podría re-dibujar su rostro difuso.
+50499019901: llamada en proceso…
+00000000000: ¡lo siento… su saldo es insuficiente para completar esta llamada!
¡Qué mierda! en lugar de la voz de Juana escuché la fría voz de la máquina contestadora de la compañía de telefonía celular. La conclusión a la que llegué para no mortificarme más esa mañana es que Juana existe. Ella es tan imaginada como real. Tan imaginada como el Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band. Tan real como When i´m sixty-four. Tan imaginada como la ciudad donde habita, tan real como la lluvia.
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