jueves, 31 de octubre de 2013

Terror en track n° 3

El desasosiego, el miedo, el espanto que la muerte nos puede llegar a provocar es un lugar común que ha sido abordado desde la música, hay tres temas, que en lo personal, creo que contienen los elementos necesarios que una verdadera historia de terror tiene implícitos, fuera de la ficción hollywoodense que insiste en llenar nuestras pantallas de tv de sangre y vísceras, la muerte es real y cotidiana es sus formas más violentas:



"El día que apagaron la luz" de Sui Generis, la contemplación del genocidio en Argentina, provocado por los militares durante las décadas de 1960, 1970 y 1980.


"Transparencias" de la banda mexicana de rock progresivo Flüght, alcanza su punto alto en el minuto 14:13, un ejemplo de desasosiego, de ansiedad que se precipita sobre la boca del estómago y escapa en vómito repentino para dejarnos vacíos y con la sensación de haber vivido una experiencia aterradora, que la vida se escapa al ritmo del sintetizador cada vez más pronunciado al final de la canción.

Me recuerda a las películas mudas de terror de la década de los años 20´s.


Finalmente la alta factura visual en "Mermaid sashimi" de Juan Son, el juego mitológico y lo moderno se combinan perfectos en él, lo bizarro como elemento estético en la historia de una sirena que escapa de ser comida con la complicidad infantil, si eso no es bizarro no sé qué lo es.

Una pequeña probadita del espanto de escapar a la muerte y la metáfora de cómo todos y todas, cotidianamente, escapamos de ser devorados.

lunes, 28 de octubre de 2013

Yo también conocí a Sosa


Llegó una mañana a mi colegio, nos salvó de recibir la clase de historia de Honduras, esa clase era una mierda, no había nada qué hacer con ella. Recuerdo bien que nos metieron a todos en el auditorio del colegio y frente a nosotros en una mesa con un ridículo florero, estaban sentados dos señores raros y la maestra de español.

Debo confesar que a mis 13 lo único que sabía de Sosa era que mi padre lo mencionaba siempre, y de Rolla, de ella no había escuchado nada, pero por su acento supe que fijo conocía a Maradona.

Sarita habló un rato luego de la presentación de la maestra que desde mi asiento noté que estaba nerviosa, Sosa la veía con cara de fastidio, ella (la maestra) lo miraba a él como si tuviera frente a ella a dios. ¡Ah! ...ahí entendí lo que significaba estar frente a tu ídolo, aunque mi madre siempre dijo que adorar ídolos era pecado, que estaba en la biblia, yo respondí algunos años después comprándome "El nervio del volcán".

Mientras la dulce Sara Rolla hablaba de no sé qué, quizás decía que Sosa era el Supersaiyajin de la poesía catracha, a mí eso no me importaba, y es que las piernas de una de mis compañeras me tenían muy entretenido, en esas condiciones qué importa que los pobres sean muchos.

Luego de un rato, el maistro se levantó tranquilo, con mucha paciencia avanzó hasta el micrófono y comenzó a leer con soltura algunos poemas, no dejé de verle por eso las piernas a mi compañera, pero puse atención, la necesaria para luego en la tarde que llegara mi padre decirle que conocí al tal Sosa, que lo habían llevado a mi colegio, que el señor leyó y se fue a la mierda sin decirnos nada más.

Así fue como lo conocí.

A como dé lugar pudren al hombre en vida,
le dibujan a pulso
las amplias palideces de los asesinados
y lo encierran en el infinito.

Por eso
he decidido – dulcemente –
                   – mortalmente –

construir
con todas mis canciones
un puente interminable hacia la dignidad, para que pasen,

uno por uno,
los hombres humillados de la Tierra.

Dibujo a pulso / Un mundo para todos dividido / 1971

lunes, 7 de octubre de 2013

La generación del fin del mundo


[Imagen tomada de otroLunes.com]

Ha salido un avance de "Poesía comprometida centroamericana", en la Revista hispanoamericana de cultura otroLunes y leyendo la presentación del proyecto, texto escrito por Antonio Cienfuegos, tomo mis apuntes personales, por ejemplo que a los que hemos sido incluidos (y quizás falten más por incluir) nos llamen, «la generación del fin del mundo», y ¿qué les digo?, soy un eterno disidente y no creo en el termino «generación», aunque el texto argumenta bien el por qué, pero, hay que decir que es un termino además muy usado cuando se han puesto a hacer los periodos históricos de la literatura.

El texto es interesante, aborda mucho de lo que personalmente pienso del paisaje en el que escribimos, tan lleno de violencia, tan lleno de miseria, tan lleno de odio, tan lleno de muerte, tan llenito de nosotros. «La generación del fin del mundo» es este reconocimiento mutuo en el hecho de que vivimos en condiciones en las que cualquiera de nosotros y nosotras podría haber sido miembro de una pandilla, narco, militar o político practicante ortodoxo en incluso hasta pro Roma.

Aquí es donde radica la sensación de estar todos hablando el mismo lenguaje y esa idea absurda de las fronteras queda al descubierto una vez más como uno de los mejores inventos de la modernidad y la explotación actual de nuestro territorio común.

Pero como prefiero no escribir tanta mierda para no aburrirlos les dejaré los enlaces correspondientes:

La generación del fin del mundo por Antonio Cienfuegos.









martes, 1 de octubre de 2013

Balam Rodrigo en dos fragmentos (primera parte)


[esbozo de un poema apócrifo escrito en papel de estraza entre la frontera # 158, colonia roma, y una fonda de caldos en la colonia doctores, año de Dios del dos mil dos o dos mil tres]

para los habitantes de la "lópez mérida": don leonel (mi tío), leonel arturo ("el chino"), don manfredo, y leoncio

[...] estoy el cuerpo en frontera # 158, col. roma,
sastrería "lópez mérida", atrincherados la nostalgia
y el terco corazón entre las viejas y las nuevas telas,
sitiado por pedazos de sombra zurcidos a los ojos
con hilos de nostalgia y agujas de silencio;
la greda pinta su raya en el casimir de la memoria
y la cinta métrica mide mide los latidos junto a la escuadra
que tiene esquinas pero no manzanas;
los afilados dedos de mi tío, don leonel, trabajan
y zurcen los lienzos del relámpago y su trueno
que tarda siglos en quitarse en los oídos;
"está lloviendo", le digo, y, "huele a tierra mojada"
- adelanto mi empolvada lengua sobre la mesa -;
respira hondo don leonel, que pétreo y arcano
me responde: "aquí la ciudad no huele a tierra,
aquí la lluvia y la vida son la gran diabla y apestan
las muy mierdas"; más allá del banco atermitado
en el que monto y trato de domar los númenes
que la tarde exprime desde el sucio trapo de las nubes,
cifro con lápiz las medidas de la palabra que se yergue
al fondo de las máquinas para hacer con ellas un traje vivo
a la medida de la voz, hoja que es toda andrajos ya;
y así, cosida a los orines que arrastran las aguas
por grietas y banquetas, rompo mi lengua en esquirlas
y remiendo mis labios para que no se escape más;
y aquí, y sólo aquí, en estas cuatro paredes del taller
que hacen el mundo - peliédrico y anguloso
como la calle, entraña abierta que deja su inmundicia
a la intemperie - escribo para solaz de ángeles
y pájaros ahogados; no bien tose don manfredo
- el sastre maestro - y levanta los ojos ya gastados
pero el ir y venir desde la tela de los pensamientos
que giran sobre su casa en tacubaya, hasta volver
a las fauces de la roma, y dice, revirando la voz
por un momento: "aquí zurcimos hoyos, cosemos luz
y trabajamos hasta que el sol - botón de argento vivo -
se mete en los ojales de la muerte y el insomnio";
alfil parapetado atrás del muro de la "singer",
y en tanto apura valencianas e invisibles puntadas,
(h)ojea y espeta leoncio: "la revista claroscuro
publica buenas fotos en blanco y negro" (sé yo
cuando le miro que ha cortado con la risa
un par de íconos que guarda entre las telas);
aquí jamás ha estado el sur tan más cercano y más
dentro de los ojos: en la pared palpita un almanaque
chapín que nota al pie nos dice: impreso en la ciudad
de tecún umán, guatemala, c.a. ; sobre la mesa
un cadáver inglés muy casimir revela senda postal
del lago atitlán y sus cántaros azules; (el rumor
de la frontera y su garganta extranjera nos susurran
al oído la más saudosa voz: sololá); aletea de bruces
la lengua de mi tío: "oí vos, pelón, el santo de esquipulas
lo cura todo, deberías de ir"; y yo escribo en el aire:
locura todo, mientras recuerdo los rezos y murmullos:
"caldo de zopilote para los locos, lagañas de perro
pa´ver los espíritus del otro mundo, pezuñas
de tepezcuintle pa´l mal de parto y pa´la muinas";
luego la sastre voz de quien ha sido peregrino
en esquipulas: "allá tenés que hilvanar mucho camino",
y, "es muy buenísimo el tan santo, aunque muy agrio
es el tal peregrinar"; enhebro las venas y la sangre
a través del ojo de la aguja por el que pasa esta ciudad
y sus historias, y atiza otras lenguas don leones:
"javier solís era vecino nuestro, vivía a la vuelta
de la casa en tacubaya y no lo soltábamos
hasta que nos cantaba esa canción (y silba y tararea:
"payaso, soy un triste payaso...") con él fuimos bolos
varias veces, y ya ensalmados con su voz, caíamos
al abismo de los tragos y dormíamos en las banquetas
al igual que pájaros entre las ramas que columpia
el viento"; guardo esa voz y el índigo alfabeto
de mi tío: y sé que aquí todos somos dos o tres
o cuatro o más tristes payasos cantando en un anfiteatro
en el que hablamos cadáveres de una patria ya muerta
y lejana; languidece el día y yo anhelo mi "cama":
resortes de cartón que espera la enésima caída
de mis huesos en la esquina del taller y buscan envolver
mi cuerpo entre sábanas de sueño y celulosa;
"en este colchón han pernoctado varios famosos
a quienes el suelo no incomoda"; se despiden leoncio
y don manfredo mientras el manto de la noche
se desteje: "bajá la cortina", y, luego
de un hachazo de respiros, "en tapachula jugaba
el gran «poeta de la zurda» ¡qué chapín tan más
jugadorazo, qué madrazos de gol sacaba de la pierna
chueca!"; trato de remendar los odres del tiempo
al hilvanar los despojos de aquellos días;
continuamos la platica con un dedal un ramo
de alfileres bajo la lengua que sonámbula repite
los mismos coros de la "singer" (callan las sombras
y redobla un eco sin remedio: "tac - trac, tac - trac,
tac - trac, tac - trac - trac - trac"; - nos visita ya
y nos besa la epilepsia núbil de la noche -;
apenas cierro los ojos, amanece: "abrí la cortina"
y, "si no abrió «el yucateco», nos vamos a los caldos
de huacal"; derramo la última gota de sueño
de mis párpados en tanto escuchamos el "fotógrafo"
y bebemos las primeras letras del fútbol: el "esto",
y el aquello; látigos de polvo apuran el tiempo
y otra vez posa la tarde su terrible garra sobre nosotros:
son ya las cuatro, y es hora de comer; "bajá
la cortina y poné el candado"; la tarde numerosa
lo ciega y lo zurce todo con su hierro; salimos
a la calle, cruzamos av. cuauhtémoc, y arrastramos
el hambre hasta llegar al restorán "el yucateco",
que no abrió; jalamos de nuevo el estómago
y los perros restorcidos de la entraña hasta los caldos
del "tío pedro", donde entramos; (llora una famélica
mujer a espaldas de la mesa, anémica y plañidera
a la que vi el enjunto y parco rostro jamás); entre huacales
y tortillas - caídos soles en el tiznado cielo mortal -
afilo este pedazo de niebla escrito a jirones en papel
de estraza, abismo estas páginas desleídas
y perfumadas con el olor de la cebolla y el cilantro
al igual que mi estómago que ambula
como un perro hambriento en la doctores del domingo,
tan oblicua y ajetreada y tan dura e indómita
como el mesero y los comensales, hasta que vuelve
otra vez mi espíritu a la mesa una vez servido mi caldo,
y entonces me pregunta don leonel: "¿qué tanto escribís?";
y yo en el fondo quiero decirle que intento ser
aquel poeta, el gran «poeta de la zurda»,
ése que jugaba fútbol en los llaneros de malacatán
en guatemala y en los del "córdova" en tapachula;
pero bien sé yo que izquierdos no tengo ni el corazón
ni la pierna, aunque muerdo en el aire un ala
y hundo la cuchara de los ojos en esta humeante
página sin plato en la que cifro para mis más dentros:
"quien remoja la lengua y el corazón entre las llamas
del silencio y no se agüita, ni se queja, y quien procura
sólo vivir para las letras sorteando el hambre y los
inciertos rigores y tormentos del poema - de la vida -,
ése, el poeta: el que juega con la palabra de la más
abzurda lengua"; (y ya le paro aquí con mi sermón
- zurdo lector que vas desde la izquierda letra a la derecha -
mientras exprimo un gordo limón sobre mi caldo
y me zampo un monolítico taco de sal con aguacate) [...]

[...]

[antiícaro]

antiícaro, no quise volar, sino caer;
por eso escribo, para dejar de soñar,
para dejar el vuelo a los pájaros
y a la memoria; pero heme aquí
con luengas alas urdidas en el polvo
del sueño y ataviadas con el plumaje
del tiempo sin el tiempo; por eso escribo,
para caer y apuntalar con estas letras
mi cuerpo y forzarlo a descender
en esta página, tatuada ya por el peso
todo de mi sangre; y así, desleído
y cercenadas mis alas con el filo
de tus párpados, yace mi cuerpo
desangrado entre renglones, caído,
terrestre, soberbio; y aún señalado
por el dédalo de Dios y la niña de tus ojos
que trazan mi destino, antiícaro,
no quieres tú volar, sino leer.













Balam Rodrigo
Chiapas, 1974.