miércoles, 29 de abril de 2015

De los libros olvidados: Livio Ramírez, 164, poesía moderna


Un hombre que cae en el tenebroso laberinto de la memoria puede ser considerado un hombre cuyo corazón late en una frecuencia distinta a la nuestra. Un hombre que puede ir y volver de la oscura sombra que nos acompaña es alguien a quien uno tiende a valorar por su enormidad.

De las anécdotas más hermosas que me han sucedido en este último mes que ha estado lleno de cosas hermosas es haberme encontrado con Livio Ramírez en una imprenta de Tegucigalpa, él viendo los últimos detalles de un trabajo antológico, yo viendo los detalles de nuestra más reciente publicación en subVersiva. Lo primero que me preguntó era si conocía a Nincy Perdomo, le dije que sí y los ojos se le llenaron de cierto brillo, de ése que sólo es posible cuando existe complicidad y antes de que el mundo nos interrumpiera con su cotidianidad me confesó que tiene mucha fe en las voces nuevas de la poesía hondureña, que Nincy le parecía una de las voces más potentes, que nosotros (él y yo) tenemos que sentarnos a platicar con mucha más calma que la que posee lo fortuito.

Y es así como recuerdo el haber arrebato de entre la pila de libros usados en las cercanías de Casa Alianza el cuadernillo «164, poesía moderna», editado por la Dirección de literatura, Coordinación de difusión cultural / UNAM, 1991.


Palabra
no me traiciones
no te me rompas a mitad del vuelo
prefiero que me enseñes
la forma de matarte
si no me das el fuego que yo quiero.

[...]

Muerdo mi propia sangre
diariamente
cada instante
pregunto a mis verdades
me escucho
con profunda desconfianza
toco a muerte
el íntimo tambor
a ver si no se rompe
con mi nombre
llamado traidor
al ojo
si no llega al subsuelo de la imagen
practico la acrobacia del yo mismo
en el fondo la vida es cuestión de salto mortales.

[...]

Tengo ahora
nostalgia de yo mismo
y me quedo sin tiempo
en niño antiguo
y de verdad el pájaro es el pájaro
y un caballo de amor
el aire tiene
son las tres de la tarde
está lloviendo
mi padre habla del mar
siento los peces
mil novecientos livio
y era entonces
un cielo mío
vivo
ciertamente.

[...]

De
mi
ciudad
recuerdo
sobre todo
un reloj
donde
la muerte
le
habla
a sus habitantes
con aterradora
exactitud
desde
siempre.

viernes, 10 de abril de 2015

Néstor Ulloa en dos fragmentos


Patente de corso

De repente
te das cuenta de la ventana abierta en tus manos.

Después de eso,
uno se cree con derecho a cambiar el mundo

[...]

Insomnio

A veces despierto
buscando
la clara certeza de tu cuerpo
entre estas manos llenas de pájaros.
Pero entonces me convenzo
que estoy despierto
y que este galope de cien caballos
que me destroza el pecho
me grita tu nombre con la fuerza de un disparo
y me arrastra
hasta tu noche.










Néstor Ulloa
Comayagua, 1978.