miércoles, 29 de enero de 2014

El hombre y sus perros


El basurero de «La calle de la fuente» es el hogar que habitás. Cada día que paso frente a tu casita te veo a vos y a tus perros y siempre cuando te veo el corazón se me hace chiquito. Ellos te cuidan y vos en acto de bondad lamés los restos pegados a las paredes del basurero para buscarles algo de comer.

Ayer te vi peleándote con Negro, ya era de noche y quizás estabas preocupado que él estuviera en la calle, le gritabas y él te ladró dos veces antes de que pudieras decirle que entrara, que no fuera necio.

Viejo, te he visto caminar con dificultad pero los perros mueven sus colas y a vos eso te hincha el corazón, te olvidás de tu renquera, tu pata chueca se rejuvenece de repente y te ponés a jugar con ellos, un cierto brillo vuelve a tus ojos, la suciedad es el pretexto para quedarte amándolos.

Ayer te vi, apachurrabas latas de coca y pepsi, latas de las cervezas que me bebí hace dos noches y al hacerlo apachurrabas mi vida en ellas. Los perros duermen en la calidez de tu voz ronca, y como no ves bien porque tu ceguera sólo te deja leer los encabezados del periódico les decís que ganó la selec, que los cipotes van al mundial, pero lamentas que tu basurero no tiene televisión por cable, viejo, te vas a perder el mundial y eso, te pone de mal humor, entonces rompés la hoja que encontraste con pedazos de un plato roto y roto está el ojo de esta ciudad que no te ve a vos y tus perros, a vos viejo. La noticia de todas formas era de hace muchos meses, no te preocupes.

Hace dos semanas uno de tus perros me quiso morder y vos lo regañaste, él entonces te ladró y vos respondiste algo entre dientes, ambos agacharon la cabeza y yo también, porque me dio vergüenza la cagazón del momento, ni siquiera te di las gracias.

Viejo, vos sos el hombre que con sus perros, recicla los trozos de nuestras desgracias idas a parar a tu basurero.

domingo, 12 de enero de 2014

Migrar con la memoria atada a tu origen



Antes de verte a vos los ojos
Olvido el país de donde soy.
Antonio Cienfuegos


Otra versión de vos El Salvador, bajo la mirada del eterno migrante es migrar con la memoria atada a tu origen.

Así comienza el viaje, así se adentra uno en un texto transversal en su construcción, así es que uno va llegando al comienzo de la fragmentada historia de Centroamérica. Para no dejar espacio de duda ni de tregua al lector. Arrastrarlo, llevarlo hasta el borde y luego tirarlo sin escrúpulo alguno al abismo de lo ancestral.

Otra versión, de tus manos y tus dientes. Otra versión, de tu mirada tardía. Otra versión llenita de tu olor. El verdadero gigante es atravesado no por la piedra salida de la honda sino por el golpe certero de la palabra.

Esta migración no permite boleto de viaje para la nostalgia vacía ni al llanto taimado. Esta migración es de la sangre, del natural curso de la vida misma, de los colores que forman la bandera de una victoria alzada en la trinchera última que no cayó en el combate del siglo. Desde las entrañas de la muerte, del genocidio y del verdadero héroe de una guerra anclada en las sienes.

Hay un río y es muy grande, dejarnos llevar por él es convertirnos en él. Este río se agranda y nos devuelve el recuerdo, las instantáneas de nuestra vida. Así te conozco, es así como llego también a mi propio rastro, porque también tengo un apellido bastardo y también por mi sangre corre algo, algún gen heredado por esa otra mujer, la salvadoreña que emigró a Honduras y parió cinco hijos.

Leer a Cienfuegos es encontrarse con él y con su tribu de historias inacabadas, y al decir inacabadas me refiero no a su obra sino al origen de ellas. El epicentro, lo que hace que del volcán salga lava hirviendo.

He leído la edición que se hizo para Public Pervert, pero también la otra versión de Otra versión de vos, la que pronto saldrá publicada por subVersiva, entiendo así que esta versión tampoco es la última porque el autor no se permite tener una versión única ni de él mismo. Parto del hecho de esta dualidad sincrética que es la de ser salvadoreño pero además mexicano.

Antonio Cienfuegos, es poeta y no poeta, esto es porque construye la palabra con el oficio del poeta pero además es un fiero convencido de que las estructuras son para destruirlas, que son el mero tránsito para lo que realmente importa, lo humano. La poesía puede ser el soporte pero en sí misma la poesía no sería posible sin la experiencia cotidiana de su autor y cuando hablamos de un autor como Cienfuegos hablamos además de la simbiosis del legado mexicano y de los códigos que El Salvador y la guerra dejaron en él.

La migración misma puesta aquí como la mutación natural de este pequeño monstruo, que con el puño lleno de los pedacitos de su historia nos deja un texto que se deconstruye cotidianamente.


lunes, 6 de enero de 2014

Antonio Cienfuegos en dos fragmentos


Mi abuelo conversa con Clint Eastwood

El viejo, en el viejo oeste de la selva de San Salvador,
apostado en el pórtico de sus recuerdos
emulando a aquel otro grande y enjuto anciano duro
de tensas tersas arrugas relámpagos en el rostro
en su última película donde fumaba y escupía
también en su pórtico (el del “Gran Torino”)
como queriendo recordar aquella edad
en que era Harry el Sucio.

Mi abuelo conversa con Clint Eastwood
desde su selva donde creció
como el mismo Duncan en la “Venganza del Muerto”
pero mi abuelo no fue actor
su película era la vida misma
por eso sus arrugas tienen más matiz
y son más nítidas que las de su contraparte ficticia.

A los doce años le decían El Zarco
y tenía ya sobre sus hombros mayores hazañas
manejaba tractocamiones y revólver.

Clint Eastwood no sabe de mi abuelo,
no sabe que lo que él soñó ser en películas
toda aquella hombría y tremendos huevos
que siempre cargó colgando desde los reflectores
existían en la vida real.

¿Qué piensa mi abuelo de Clint?
Le pregunto mientras fuma en su casa
alejado del su pórtico en San Salvador
con el aguardiente indeleble en la memoria.

—Yo le enseñé a tirar sin desenfundar. Me responde…

A Don Toño le pelaron los huevos los guerrilleros
y el ejército nacional
los yankyshijoeputas también le apostillaron esa vaina
y la mimierda fálica siempre la trajo fajada al cinto.

Era de aquella raza de hombres que aún usaban machete
—yo recuerdo que de niño me laceré los dedos
tratando de emularlo—

Pero Clint Eastwood quiere conversar con mi abuelo
le platica de tal y cual mustang
de tal y cual revólver
de tal y cual guerra urbana
—pero el Señor Eastwood usa balas de salva
de esas que no matan ni el espíritu—.

Ambos tienen ahora ochenta años
pero mi abuelo ha burlado la muerte tantas veces
que tiene el derecho de reírse a carcajadas de la vida
y cuando conversa con su amigo Clint no duda en decirle
que a él no le han matado a su hermano en Honduras
ni que su madre parió cinco hermanos
de diferente padre
y que sin embargo él no tiene maquillaje en las arrugas
sino aguardiente en las heridas.
Y ni Clint Eastwood rememorando sus más grandes hazañas logra
mínimamente igualar al bastardo de mi abuelo
(huelga decir que yo también soy bastardo,
pero de las raíces y el espíritu).

Bien pudo ser su doble, manejar tráileres
conducir ebrio por la vida
montar miles de vírgenes
encañonar otros miles de hijoeputas
Clint Eastwood bien pudo ser el doble de mi abuelo
en las nítidas selvas de Usulután.

Son dos grandes viejos similares
que han platicado un par de veces
sólo cuando mi abuela despierta
al viejo de la siesta
lo convence de que Clint Eastwood fue un personaje ficticio
basado en su vida.

[...]

Tecún Umán

Agita los poros de nuestros huesos
esta selva carcome cada centímetro de piel
La distancia entre mi abuela y Tecún Umán es larga
La gente parece cansada después de no hacer nada
aunque hayan segado el campo
recogido frutos de palmitos y palmeras tropicales
caminado largos senderos
donde oscuros Atilas los encoyuntan
no han hecho nada… nada

El reloj en la pared está detenido desde hace cinco horas
el relojero del pueblo hace mucho se olvidó del tiempo
como Dios olvidó tan rápido este ajuar del infierno
Los ojos del viejo doblado y ebrio quieren salir de aquí
pero todo esto es una prisión
una jaula de cocos, bananos, cafetales, una jaula de humedad
donde ni niños jugando el barro son felices.
De ahí no hay más
diariamente aparecen muertos
¡maras o policías! Qué más da ¡carajo!
muertos todos bajo una anochecida guerrilla urbana

Todos los que hemos pasado por Tecún Umán

estamos jodidos por el resto de la vida.











Antonio Cienfuegos
San Salvador, 1981.