lunes, 6 de enero de 2014

Antonio Cienfuegos en dos fragmentos


Mi abuelo conversa con Clint Eastwood

El viejo, en el viejo oeste de la selva de San Salvador,
apostado en el pórtico de sus recuerdos
emulando a aquel otro grande y enjuto anciano duro
de tensas tersas arrugas relámpagos en el rostro
en su última película donde fumaba y escupía
también en su pórtico (el del “Gran Torino”)
como queriendo recordar aquella edad
en que era Harry el Sucio.

Mi abuelo conversa con Clint Eastwood
desde su selva donde creció
como el mismo Duncan en la “Venganza del Muerto”
pero mi abuelo no fue actor
su película era la vida misma
por eso sus arrugas tienen más matiz
y son más nítidas que las de su contraparte ficticia.

A los doce años le decían El Zarco
y tenía ya sobre sus hombros mayores hazañas
manejaba tractocamiones y revólver.

Clint Eastwood no sabe de mi abuelo,
no sabe que lo que él soñó ser en películas
toda aquella hombría y tremendos huevos
que siempre cargó colgando desde los reflectores
existían en la vida real.

¿Qué piensa mi abuelo de Clint?
Le pregunto mientras fuma en su casa
alejado del su pórtico en San Salvador
con el aguardiente indeleble en la memoria.

—Yo le enseñé a tirar sin desenfundar. Me responde…

A Don Toño le pelaron los huevos los guerrilleros
y el ejército nacional
los yankyshijoeputas también le apostillaron esa vaina
y la mimierda fálica siempre la trajo fajada al cinto.

Era de aquella raza de hombres que aún usaban machete
—yo recuerdo que de niño me laceré los dedos
tratando de emularlo—

Pero Clint Eastwood quiere conversar con mi abuelo
le platica de tal y cual mustang
de tal y cual revólver
de tal y cual guerra urbana
—pero el Señor Eastwood usa balas de salva
de esas que no matan ni el espíritu—.

Ambos tienen ahora ochenta años
pero mi abuelo ha burlado la muerte tantas veces
que tiene el derecho de reírse a carcajadas de la vida
y cuando conversa con su amigo Clint no duda en decirle
que a él no le han matado a su hermano en Honduras
ni que su madre parió cinco hermanos
de diferente padre
y que sin embargo él no tiene maquillaje en las arrugas
sino aguardiente en las heridas.
Y ni Clint Eastwood rememorando sus más grandes hazañas logra
mínimamente igualar al bastardo de mi abuelo
(huelga decir que yo también soy bastardo,
pero de las raíces y el espíritu).

Bien pudo ser su doble, manejar tráileres
conducir ebrio por la vida
montar miles de vírgenes
encañonar otros miles de hijoeputas
Clint Eastwood bien pudo ser el doble de mi abuelo
en las nítidas selvas de Usulután.

Son dos grandes viejos similares
que han platicado un par de veces
sólo cuando mi abuela despierta
al viejo de la siesta
lo convence de que Clint Eastwood fue un personaje ficticio
basado en su vida.

[...]

Tecún Umán

Agita los poros de nuestros huesos
esta selva carcome cada centímetro de piel
La distancia entre mi abuela y Tecún Umán es larga
La gente parece cansada después de no hacer nada
aunque hayan segado el campo
recogido frutos de palmitos y palmeras tropicales
caminado largos senderos
donde oscuros Atilas los encoyuntan
no han hecho nada… nada

El reloj en la pared está detenido desde hace cinco horas
el relojero del pueblo hace mucho se olvidó del tiempo
como Dios olvidó tan rápido este ajuar del infierno
Los ojos del viejo doblado y ebrio quieren salir de aquí
pero todo esto es una prisión
una jaula de cocos, bananos, cafetales, una jaula de humedad
donde ni niños jugando el barro son felices.
De ahí no hay más
diariamente aparecen muertos
¡maras o policías! Qué más da ¡carajo!
muertos todos bajo una anochecida guerrilla urbana

Todos los que hemos pasado por Tecún Umán

estamos jodidos por el resto de la vida.











Antonio Cienfuegos
San Salvador, 1981.

No hay comentarios: