lunes, 30 de diciembre de 2013

Un cuento de navidad para lectores suicidas (Tercera parte: San Simón, poeta)


Si el abuelo fuera un poeta y no un santo, seguiría bebiendo guaro y fumando. Correría detrás de las niñas con minifaldas floreadas y de ojos inocentes. Si la abuela estuviera viva fuera un personaje de ficción, sería la mujer de voz de árbol y la piel le olería a canela.

Mi abuela y San Simón serían novios que caminarían tomados de la mano por las calles de mi pueblo, él le diría cosas sucias al oído y ella le daría un golpecito en el hombro, levantaría la ceja izquierda y le plantaría un beso rockstar.

San Simón seduciría a mi abuela en la cantina cerca del parque central de mi pueblo, ella dejaría su olor como rastro hasta su cama y el santo llegaría a media noche para meterse entre sus piernas. Mi abuela y el santo harían el amor todas las noches como si no se conocieran. Con la pasión del mundo y el bullicio de los gatos.

El santo besaría con lujuria la piel morena de mi abuela, la llamaría ave de su mar y al ritmo de su respiración mi abuela mordería sus labios, tomaría bocanadas de aire y sentiría lo helado de las manos del santo entrando en su ropa interior. Con sus uñas rasgaría la espalda del santo mientras la lengua de éste ubicaría el conteo de temblores que mi abuela poseía escondidos.

Mi abuela montaría al santo con fuerza y al cabo de algunas horas ellos se quedarían dormidos, abrazados y con la sonrisa puesta en la censura rota.

Si tan sólo él fuera un poeta y no un santo entonces mi abuela estaría viva, copiándose en los callejenos oscuros donde habitan los hombres olvidados de este país.

Nota de disculpas para una historia porno que incluye a mi abuela y a San Simón como personajes centrales:

***Ojalá supiera cómo se escriben las disculpas.


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