El basurero de «La calle de la fuente» es el hogar que habitás. Cada día que paso frente a tu casita te veo a vos y a tus perros y siempre cuando te veo el corazón se me hace chiquito. Ellos te cuidan y vos en acto de bondad lamés los restos pegados a las paredes del basurero para buscarles algo de comer.
Ayer te vi peleándote con Negro, ya era de noche y quizás estabas preocupado que él estuviera en la calle, le gritabas y él te ladró dos veces antes de que pudieras decirle que entrara, que no fuera necio.
Viejo, te he visto caminar con dificultad pero los perros mueven sus colas y a vos eso te hincha el corazón, te olvidás de tu renquera, tu pata chueca se rejuvenece de repente y te ponés a jugar con ellos, un cierto brillo vuelve a tus ojos, la suciedad es el pretexto para quedarte amándolos.
Ayer te vi, apachurrabas latas de coca y pepsi, latas de las cervezas que me bebí hace dos noches y al hacerlo apachurrabas mi vida en ellas. Los perros duermen en la calidez de tu voz ronca, y como no ves bien porque tu ceguera sólo te deja leer los encabezados del periódico les decís que ganó la selec, que los cipotes van al mundial, pero lamentas que tu basurero no tiene televisión por cable, viejo, te vas a perder el mundial y eso, te pone de mal humor, entonces rompés la hoja que encontraste con pedazos de un plato roto y roto está el ojo de esta ciudad que no te ve a vos y tus perros, a vos viejo. La noticia de todas formas era de hace muchos meses, no te preocupes.
Hace dos semanas uno de tus perros me quiso morder y vos lo regañaste, él entonces te ladró y vos respondiste algo entre dientes, ambos agacharon la cabeza y yo también, porque me dio vergüenza la cagazón del momento, ni siquiera te di las gracias.
Viejo, vos sos el hombre que con sus perros, recicla los trozos de nuestras desgracias idas a parar a tu basurero.
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