Confines
Éstas son las causas,
el silencio y la voluntad que le precede,
la pérdida, lo imperioso de verse así mismo
en una luz molida por las rendijas.
No hay regreso,
apenas una estación y sus podridos frutos.
No hay un país
sólo una tierra
unida al cielo por las humaredas.
No está el hombre, sólo una hojas
llevadas por ese ruido que se supone es el viento.
Si todo fuera como un cuadro de Bosch
para tomar una lanza contra el enemigo,
pero aquí, bajo esta oscuridad, no hay dilemas.
La bondad no sirve. La maldad no existe.
Un pez muerto
es el habitante que mira el horizonte.
Y no hay tedio
ni espera.
[...]
Sueña la sed
En la espera se hunde el cielo
y la paz emponzoña la tierra
donde el pez despierta de su pesadilla.
Un día que oscurezca después de dormir,
un dominio simple
como tener piedrecillas en las manos
y al frente un lago.
De lo invisible surgió esta carne,
el arpa donde se enredó un cuervo
y la fiebre que adora su ombligo
sobre los ojos desorbitados.
Una tierra fue mía, antes.
Hoy poseo el jirón de su ceniza.
Y espero.
Soy un espejo
donde el límite es desflorado por el infinito.
Algo cae
y espero.
Salvador Madrid
(1978)