Apretados
los últimos restos de ésta vida
se van con vos
tomo como rehén
las horas que faltan.
La madre ríe
loca, se cuelga las amarras
del naufragio del Capitán.
Loca, se disfraza
de anémona.
Loca, llora y ríe.
No me tocan
sus perturbadas miradas
de inventario a fin de mes
y los amarillos
días olvidados
de los pobres
lápices inútiles
de la mesa
y sus discos
y sus libros
y las fotos
que nunca llegaron
al papel.
Martín Cálix
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