Todos fuimos al entierro de Ruth. Llorábamos su partida. La creímos siempre tan ausente hasta ese día. Del otro lado del círculo alrededor de su ataúd se escuchó un rabiar de dientes: he tenido que hacerme la loca para que pensés en mí.
Sus ojos invadieron en silencio mi alma fragmentada. La comprendí esencia y nos perdimos volando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario