Leer «El perseguidor» de Cortázar, no sólo es una manera de reafirmar la belleza del autor sino una buena excusa para hablar de jazz sin pasar por Murakami. Un plus, las hermosas ilustraciones que para esta edición hizo José Muñoz, uno de los cracks de la ilustración y el comic argentino, por ahí, el trazo fuerte y a veces más que fuerte, luz brusca, sólo es apenas otra forma de interpretar el texto que nos lleva por los rincones más oscuros de un grupo de músicos de jazz y las relaciones entre sí en donde la voz principal (Bruno) debe ir dando balance con su sobriedad ante el caótico andar del doblemente narrado, Johnny y el jazz. En suma, Cortázar hace evocación a una prosa construida desde la belleza del lenguaje.
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