Estos días han sido calurosos en El Progreso. Hemos sudado hasta el alma en este puto pueblo. Pero estos días me han servido para recordar. Para recordar a Alicia. Su olor. Su sabor. Su color. Recordar que un día la vi a los ojos y le dije con suficiente valor: Mirá flaca, si tuviera que derramarme para salvarte, si tuviera que dejar de ser para que fueras, si tuviera que retar a la muerte para que existas, lo haría de aquí hasta el último planeta. Alicia sonrió tímidamente pero supo responder: “Tenés prohibido morirte”.
Decido asomarme por la ventana de mi tercer piso y fumarme la tristeza. La verdad, quiero fumarme la tristeza.
Mientras fumo, escucho en mi teléfono esa canción de Fito que tanto me gusta y que a la vez me fastidia: “Fue Amor”. Y es que la canción a veces parece describir ese final con Alicia…
Nuestra primera cita fue en Pamplona, para almorzar, pero sólo después de esperarla tres horas pudimos hacerlo, bueno… el que comió fui yo, ella sólo probó las papitas que acompañaban a mi “Emparedado Delux”. Luego decidimos caminar, sólo caminar sin que nada importara. Cuando nos cansamos, nos sentamos en aquellas bancas del museo. Me da vergüenza recordar ese seis de julio. Estaba nervioso y no sabía qué decir, así que conté una de mis anécdotas de guaro con mi viejo amigo Ángel, para poder romper el hielo y vencer mis nervios. Le conté de la vez que bebimos un guaro extraño en una comunidad campesina; los compas le llaman “Manguito”. “¡Vaya nombre para semejante bebida!”, me dijo Alicia, riéndose de mi anécdota. “Habíamos bebido tanto del dichoso guaro”, le dije, “que me sentía muy contento y me animé a ver cómo un compita terminaba de destazar un cerdo. Recuerdo que tenía en una mano el vaso con guaro y en la otra un Royal; borrachín el hombre, exigía ver el corazón del cerdo muerto y no se apartó hasta que se lo mostraron”. Alicia debe reírse todavía al recordar mi historia. Así comenzó todo.
Con el tiempo, ella me visitaba desde la llamada “Gran Ciudad”. Venía y se quedaba conmigo en ese hotel con nombre oceánico que nos gustaba tanto. No sé si era por la temporada del año pero siempre que Alicia me visitaba, por las mañanas hacía frío, llovía y la vida tardaba en reanimarse. Nos costaba salir de la cama. Alicia se me mostraba entera. Recuerdo que a diario le decía que era etérea, que ella era lo que yo buscaba y que la amaba. Una vez, para que pudiera entender lo que yo le decía, puse a sonar esa canción hermosa de Silvio. Recuerdo haberle insistido en que la parte con la que me sentía identificado era en la que Silvio canta he vuelto a ser aquel cantor del aguacero que hizo casi legal su abrazo en tu cintura. Claro que la canción es más de despedida, de amor que se ha ido para no volver. Lo nuestro apenas empezaba. Pero para mí, abrazar su cintura en el aguacero matutino de El Progreso hacía que experimentara algo parecido a una transmutación. Y en esas condiciones, el resto de la letra de la canción no importaba.
Ahora tengo catarsis de ella. De su recuerdo. De su olor matutino después de esas noches de sexo. Alicia ya no vendrá y con su ausencia sólo ha quedado el recuerdo de las mañanas con lluvia y amor. De las heladas mañanas.
*Publicado en la primera edición de la revista "Tercer Mundo".
9 comentarios:
Hermoso definitivamente, sin más que decir!!
Espero que la espera haya valido la pena....
Dónde puedo comprar la revista quiero tener este poema?! El correo ya lo tenes y el nombre...luego! (respondiendo a lo de arriba)
La revista está agotada en esta edición...
Es una lástima vos no tenes una copia extra que me vendas??? O me podas conseguir??? Gracias..
Sí... creo que tengo una copia extra por ahí...
Hola, cómo puedo contactarte o como podemos hacer para que me facilites la copia de la revista? Me decis el precio?
2 Preguntas; Este poema sale en el Libro? Y la otra es... bueno la olvide cuando la recuerde... así ya porque este poema no se ve en la entrada de la página es dificil encontrarlo a veces....
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