martes, 17 de febrero de 2015

Cuerpos, relatos eróticos por mujeres


anoche, cuando recién llegaba a casa con el libro en mano, lo primero que me dijeron al verlo fue «¡ah, para mojarse leyéndolo!», claro que yo no lo había pensado así.

***

Ella entró al cuarto cansada.  Sobre la cama estaba él, roncaba. Se quitó la blusa, luego la falda. Él, roncaba. Se sentó en la orilla de la cama. Lo observó. Cerró los ojos y respiró profundo. Soltó su pelo, lo acarició. Recordó aquella vez en casa de sus padres. Cruzó las piernas, un calor invadió su vientre con los recuerdos de aquel cuarto pequeño, incómodo. Donde el suelo se volvía un estorbo, límite para las caricias. Abrió los ojos. La habitación estaba obscura. Solamente se escuchaba el reloj y sus ronquidos. En qué momento pasó esto entre nosotros. El allá, yo aquí. Antes luchaba por no caer en sus labios. Trataba de no desear  arrancar su piel y cubrirme con ella. En qué momento pasaron a ser mejores mis sueños que la realidad.

Abrió los ojos. Los ronquidos de nuevo. Volvió a cerrarlos. Comenzó a acariciar su muslo, su entrepierna. Mientras él roncaba, sus latidos aumentaron. El calor comenzó a subir en busca de un ritmo. De pronto, los ronquidos de su esposo dejaron de ser importantes, hasta volverse eróticos. La cama adquirió movimiento y por un momento sintió como si ésta hubiera sido arrancada del suelo y la elevara. Con cada movimiento de su mano, se excitaba más, y de pronto estaba ella sola, iluminada, llena de gracia por ese orgasmo que fluía una y otra vez, sin descanso. Trató de no gritar, un leve gemido fue lo único que pudo liberar. Esa noche durmió como un bebé. Al otro día, ella preparó el desayuno cantando. El la observaba, extrañado. 

      –Parece que hoy amanecieron contentas 
      –Sí, ayer dormí de lo mejor.
     –Qué bueno gorda. Ya muchos días que llevas sin dormir. De plano lograste dormir porque no ronqué. 

     Ella sonrió mientras servía el café.


Love madness de Marilinda Guerrero Valenzuela | pág. 121.

domingo, 1 de febrero de 2015

Labios de Maurice Echeverría (o una narrativa sin mojigaterías)


«Alquilaron películas porno con lesbianas de todos los colores, luego se hundieron en una cogida insolente y calculada.» Así comienza la historia de Irene y Alejandra. Historia narrada desde la voz voyerista del tercer personaje de la historia, alguien del que jamás sabremos su rostro ni su nombre pero que por alguna extraña razón da la sensación de ser físicamente muy parecido a Maurice Echeverría.

En Labios, novela que además ganó el Luis de Lión de novela corta en 2003, Echeverría narra la historia accidentada de una pareja de lesbianas. Historia marcada por el amor-desamor-amor-desamor constante como el mal rendimiento de los jugadores del Marathón. Con cada capítulo el lector se adentra en una historia cada vez más bizarra, que va desde el simple engaño amoroso de una de las partes hasta el entramado de citas de carácter sexual que se va buscando la otra, hay dos puntos que te erizan los pelos pero sólo uno comentaré, el de la madre que en un ataque de ansiedad, de desasosiego o simplemente de su impotencia para cuidar de su hija, la abandona para ir a beber algo a un bar, para ir en búsqueda de sexo sin que importe mucho si es con un hombre o una mujer, al llegar del bar con Alejandra, la madre por instantes la deja sola y cuando Alejandra decide buscarla la encuentra en la habitación de la bebé, la madre le practica sexo oral a su hija envuelta en llanto justificándose en que es la única forma de calmarla, la otra en shock, abandona la escena.

Hay puntos en la novela en los que no se puede distinguir qué historia se está contando, si es la historia de un narrador que intenta escribir la historia de una pareja de lesbianas o la historia de dos chicas que se desamoran producto de la traición.