domingo, 1 de febrero de 2015

Labios de Maurice Echeverría (o una narrativa sin mojigaterías)


«Alquilaron películas porno con lesbianas de todos los colores, luego se hundieron en una cogida insolente y calculada.» Así comienza la historia de Irene y Alejandra. Historia narrada desde la voz voyerista del tercer personaje de la historia, alguien del que jamás sabremos su rostro ni su nombre pero que por alguna extraña razón da la sensación de ser físicamente muy parecido a Maurice Echeverría.

En Labios, novela que además ganó el Luis de Lión de novela corta en 2003, Echeverría narra la historia accidentada de una pareja de lesbianas. Historia marcada por el amor-desamor-amor-desamor constante como el mal rendimiento de los jugadores del Marathón. Con cada capítulo el lector se adentra en una historia cada vez más bizarra, que va desde el simple engaño amoroso de una de las partes hasta el entramado de citas de carácter sexual que se va buscando la otra, hay dos puntos que te erizan los pelos pero sólo uno comentaré, el de la madre que en un ataque de ansiedad, de desasosiego o simplemente de su impotencia para cuidar de su hija, la abandona para ir a beber algo a un bar, para ir en búsqueda de sexo sin que importe mucho si es con un hombre o una mujer, al llegar del bar con Alejandra, la madre por instantes la deja sola y cuando Alejandra decide buscarla la encuentra en la habitación de la bebé, la madre le practica sexo oral a su hija envuelta en llanto justificándose en que es la única forma de calmarla, la otra en shock, abandona la escena.

Hay puntos en la novela en los que no se puede distinguir qué historia se está contando, si es la historia de un narrador que intenta escribir la historia de una pareja de lesbianas o la historia de dos chicas que se desamoran producto de la traición.

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