miércoles, 2 de noviembre de 2011

Amor Mentiroso

Ilustración hecha para los interiores de "Partiendo a la locura" por la artista boliviana Lucía Otero

(fragmento incluido en "Partiendo a la locura" en el Tríptico 5)

Era de noche. Era hermosa. Llovían huesos. Era el día de los muertos. Y le dije suave al oído: antes de irme déjame elevarte, y preguntó qué era lo que yo había dicho. Y seguí hablándole suave al oído y sin parar: tocar tus senos hasta las costillas. Ella comprendió a la perfección mis mundanas intensiones.

Veíamos televisión en la sala de su casa con la luz apagada, para dar ambiente de cine. Ella llevaba una falda blanca, larga y de bordados típicos, acompañada de una camiseta pacer sin mangas y de color azul celeste, que le quedaba ajustada al dorso. Se veía hermosa vestida así.

Parecía leer mis pensamientos y jugaba a un “Sí” mojigato. Despertando mis más bajas pasiones. Está de más decir que no imaginaba la idea de irme sin conseguir mi objetivo.

Así, mientras calentaba su oreja diciéndole: antes de elevarnos deja te digo, no tengas miedo, tú estás conmigo. Su risa seducía mis ojos viendo la forma de sus labios al reírse de una manera tan sensual. Su forma de sonreír me invitaba a decirle más sandeces.

Levante mi mano izquierda a contraluz del televisor que transmitía desde el reproductor de dvd la alemana La Vida De Los Otros y proseguí con la invitación: mira mis manos, dejaran de temblar, hasta que dejes de respirar. Ella sobrepuso su mano con la mía y acaricio mis dedos, bajó mi mano y besó mis uñas con la ternura de su respiración.

Intenté besarla y colocó su dedo índice en mi boca, rozando mis labios con la suavidad digna del momento. Entonces vacié mi siguiente rugido: déjame el vino que corre en tus venas. Para ese entonces ya me había dejado avanzar hasta la dulce textura de su cuello y su larga falda nos arropaba a los dos. Necesito verte por dentro… necesito cambiar desde adentro, le dije sin pensar absolutamente en nada más que no fuera conseguir quitarle la ropa y literalmente tatuar mi aliento en su piel.

Y justo cuando creí que era una de esas amantes mudas, me dijo con vos tenue, viéndome directo a mis ojos y poniendo sus manos en mi pecho: veo tu ánima. Levantó mi camiseta y besó mi pecho justo en el lugar en donde de mi corazón surge un volcán.

En ese momento sentí un extraño escalofrío que recorrió mi espalda al son de su mirada. Déjame ayudarte na´más dime como y así será, rezó susurrando y me besó.

Un extraño equilibrio comenzaba a darse entre nosotros. Ella había logrado ver mi interior y eso me asombraba, aunque no olvidaba mis intensiones carnales que eran las que al final de cuentas me tenían sumergido en ella recitándole retazos de una vieja canción, que también ella había logrado conocer porque yo le había prestado el disco que contenía la hermosa canción de Caifanes, sin embargo no podía evadir la claridad de su ser. Su densa espiritualidad y mis ancestrales instintos que siempre he creído tener habían encontrado una fluctuación en el universo, que había permitido nuestro encuentro.

Era de noche. Era hermosa. Llovían huesos y también era el día de los muertos. Algún significado especial debía tener. Con todos esos elementos juntos algo debía pasar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustaría saber el indice del libro podes escribirlo en el blog ¿?

Anónimo dijo...

Mmm????