Por
Héctor E. Flores
Por
las tablas de Teatro La Fragua (TLF) han pasado los pies descalzos de
muchos jóvenes actores y actrices que dieron vida a innumerables personajes de
inmortales obras. En sus graderías se han sentado generaciones enteras para
revivirse en esas obras y personajes y desde ahí, desde esa pequeña meca de
la cultura progreseña, forjar un nombre para el teatro y una referencia
para la cultura mundial. Un espacio para actrices y actores, para
espectadores y amantes de cultura, pero además, y sin que se vea menos
importante, como espacio para juntar la familia y reivindicar la unidad y la
solidaridad.
Durante
su existencia en el TLF se ha dado énfasis a la inversión en formación
artística, a las ininterrumpidas temporadas organizadas a lo largo de todo este
tiempo y a una declaración de fidelidad absoluta a un estilo propio que
le ha dado identidad. Con eso se ha venido forjando, ya no sólo para El
Progreso como ciudad sino como colectivo social, diferentes
manifestaciones artísticas que han tocado a generaciones tras generaciones en
la búsqueda de una cultura que nos defina e identifique en cualquier parte que
estemos.
No
son pocos los años que cumple, como tampoco son pocas las obras montadas
y los públicos conquistados. Sin embargo es evidente que en el TLF el amor por
la cultura trasciende crisis tan fuertes como las económicas y las de violencia
y la politización que suelen matar la cultura. En toda esa voluntad se
escribe su historia, con todo esa entrega se recuerdan sus momentos y desde todos
esos elementos se debe concebir cualquier intento de hacerle memoria.
Por
eso un intento de aproximación al legado histórico de Teatro La Fragua sería
insuficiente si no se tomaran en cuenta esos elementos que hacen de puente
entre todas las décadas que tiene de existir y los sujetos que han sido parte
de cada uno de esos momentos. Afirmamos lo anterior en los reconocimientos
públicos recibidos, en las largas giras internacionales que han desarrollado y
en las menciones en medios de comunicación mundiales que han terminado de
erigir el perfil de Teatro La Fragua como un permanente y real interlocutor de
la cultura nacional e internacional.
¿Qué
es ahora el Teatro La Fragua?
En
la actualidad el TLF es una mezcla de manifestaciones artísticas que nos permiten
ampliar nuestro saber sobre la cultura. Son manifestaciones especialmente
integradas por jóvenes, lo cual les pone a tono con las demandas de participación
que este sector social está demandando por todos los medios.
Son
un espacio para el ballet en donde convergen niñas y niños de distintos
sectores de la sociedad. Una escuela para la formación en esta rama del
baile que hace que los niños y las niñas desarrollen disciplina corporal y vayan
haciendo una mejor organización de su vida. En la medida en que aprenden a
disciplinar su baile desarrollan formas creativas y reales de organizar mejor
su vida.
Pero
sobre todo la escuela de ballet del TLF es un espacio para enseñarnos que esta
manifestación artística no es propia sólo de una clase social pudiente y privilegiada
sino que, al menos en el TLF, el ballet no es exclusivo para unos cuantos sino
que está al alcance de todos el que quiera ser parte de ella.
Es
un espacio para la música como expresión individual y como colectivos. En las
tablas del teatro cantan a menudo esos artistas que no son parte de las grandes
disqueras pero que tienen los talentos suficientes para hacer de la música un
arte libertario y no un producto para el comercio. De hecho muchos de los
actores y actrices del teatro son músicos potenciales y están en bandas que van
disertando sus talentos y poniéndolos al servicio de ésta, nuestra ciudad de El
Progreso que nos soñamos meca de la cultura hondureña.
Es
un espacio para la promoción de grupos alternativos de manifestaciones
culturales, entre ellos podemos contar al proyecto “Atrapados en azul” en donde
un grupo de locos, artistas y poetas, ponen, desde esas tablas, su poesía y sus
canciones y en ellas sus utopías para el tipo de sociedad que se sueñan.
Estos
dos últimos componentes son uno de los rostros más interesantes del teatro
porque, sin que sean los únicos o los mejores, puesto que evidencian la
capacidad que tiene el teatro para abrirse a otros grupos y poner sus
instalaciones y amenazar sus reputación para que otros se puedan hacer camino
en la luz de su experiencia acumulada.
Y
después podemos decir que en la actualidad el TLF sigue siendo teatro, sigue
siendo esa muestra cultural con identidad y estilo propio que le hacen un
perfil en la sociedad progreseña y en el mundo moderno. Esas tablas
siguen sonando con las obras de ayer y todas las nuevas que para cada temporada
vienen montando. Ese espacio sigue siendo el de los aplausos y el del cariño
compartido de un sector de la sociedad progreseña que se sigue haciendo entre las
tablas del teatro.
De
la temporada y el contexto actual.
La
actual temporada del TLF está marcada por un contexto de incertidumbres
profundas marcadas por la crisis económica, la vulnerabilidad social y desde
luego el crimen de violencia que nos sacude como sociedad. En ese contexto se
desarrolla una temporada artística que viene llena de teatro, danza y música.
Desde las novedosas presentaciones del Lucem Auspicio, Cucuruca, Bambú,
Memorias, Proyecto Teatral Futuro hasta las tradicionales pero siempre
impactantes presentaciones del TLF y Guillermo Anderson que no falta a esta
cita.
Es
una temporada artística en un contexto de riesgo económico promovido por la
gran crisis que nos sacude y que no es ajena a la funcionabilidad del teatro, a
pesar de eso se sigue apostando por ella porque la cultura, según ellos mismos
nos dicen, no puede ser condicionada por la economía.
Es
una temporada marcada por la violencia social que, en estos días han tocado de
manera directa al TLF. El caso de Walter, ese joven actor que en el
último tiempo se dedicaba a la iluminación escénica le fue arrancada la vida
dejando en abandono a sus hijos y familia y que hasta la fecha sigue en total
impunidad como muchos otros casos de las víctimas de violencia en Honduras.
Walter es recordado como un hombre común pero con un potencial humano
envidiable, con una calidad de servicio insuperable y una entrega a su trabajo
en el TLF total. En las tablas y los controles de luz del teatro se le echará
de menos pero su legado seguirá vivo y para que se mantenga esta temporada se
ha dedicado a su memoria.
De
cara al futuro podemos decir que, a pesar de todo ese contexto poco
esperanzador y con muy poca luz, el teatro sigue y su aporte a la cultura
nacional e internacional es más necesario ahora que nunca. Lo decimos porque
ante la necesidad de espacios para que los jóvenes se puedan hacer, el Teatro
La Fragua es una gran alternativa y un gran generador de esperanza de cambio
para que esa otra sociedad que todos nos soñamos sea posible.