[Foto de Biagio Di Paola]
Cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían.
Mario Benedetti
Sin ánimos de caer en el absurdo o de rondar lo cliché, mayo se ha vuelto de repente un mes tan lleno de cosas viejas, de hojas caídas de un árbol que ya no tiene más que olvido en sus atardecidas ramas. Quizá porque ha sido el mes en el que la muerte ha decidido recordarme que es real y que un día, cuando más acostumbrado a vivir esté, quizá, se asomará y me dirá algo así como: eh, Martín, vamos que es hora. Pero mientras tanto voy a ellos y no evito preguntarme algo que ya llevo años buscándole respuesta, y es que, no sé, ¿a dónde se han ido realmente?
El 24 de mayo de 2005, de cuatro disparos, un sicario le arrebató los latidos a Edickson Lemus. En mí, quedó registrado el enorme ser humano que Edickson supo ser. ¿Cómo alcanzó tanta belleza? Quién sabe, Edi supo ser una persona absolutamente transparente, su mirada no mentía cuando miraba hacia el futuro y parecía que decía algo como: eh, ahí está, sólo tenemos que tomarla, la libertad es nosotros. Mis memorias quizá sean pobres y lo que digo es nada. No sé.
Yo tenía 21 años en 2005, y no se me hace fácil ver hacia atrás, apenas recuerdo que quería comerme el mundo a esa edad. Fuimos compañeros militantes, él mucho más que yo, de eso no tengo la menor duda. Con el paso de los meses tras la muerte de Edickson la respuesta muda del gobierno dio por cerrado el caso sin siquiera investigarlo. Hoy sigue siendo una enorme duda, quién o quiénes se atrevieron a matar al entonces Secretario General de la Central Nacional de Trabajadores del Campo con sede Regional en la ciudad de El Progreso en el Departamento de Yoro. Que Honduras tiemble con la memoria rota.
El 24 de mayo de 2011, sicarios en una motocicleta silenciaron de cuatro disparos el acorde feroz de Juan Ángel Sorto y desde entonces su guitarra se ha callado. Las razones que tuvieron para matar a un chico de 20 años son casi imposibles de imaginar, pero era Honduras ese 2011 y era 24 de mayo, como si la muerte estuviera tratando de decir algo que aún sigo sin entender.
Lo que para mí no es difícil de entender era el amor que Juan Ángel tenía por la música y porque niños y niñas aprendiera a tocar guitarra, él y yo, compañeros de trabajo, unidos por algo más que la amistad, hasta cierto punto entendimos que habíamos elegido ser hermanos, la vida me dio el hermoso regalo de conocero y era quizá por eso que siempre me decía: Me llamás temprano, que si no, voy a llegar tarde a dar clases. Y cada sábado, ahí estaba mi llamada puntual a las 8 de la mañana, hubo alguna vez en que ir por él hasta su casa, y después del respectivo regaño, el ataque insoportable de risas de verlo ir a dar clases aún con el sueño en el rostro.
Un día llegó feliz porque había ido con su banda, Sintesis, a tocar a un evento de la Resistencia estudiantil en la Universidad Nacional de Honduras en San Pedro Sula, que además terminó en represión por parte de la Policía Nacional. Eso para él fue un punto de partida para otras cosas, después decía ser un músico en resistencia contra el Golpe de Estado y quería hacer mil cosas, leer mil cosas, pretendía hacer desde un concierto tributo a Gustavo Cerati hasta organizar conciertos para la Resistencia y seguir dando clases a niños y niñas. Algunos días después, el poder de la violencia le arrebató sus más hermosos sueños, yendo de un ensayo de Sintesis hacia la universidad a recibir clases, hizo el alto con su motocicleta cuando la luz roja del semáforo indicó y ahí el profundo dolor, el espanto y el frío de su vida apagándose se juntaron en un silencio absoluto.
¿A dónde se han ido realmente? No lo sé.
Silvio Rodríguez en el disco "Mujeres" de 1978 grabó el tema "¿A dónde van?", si ánimos de caer en el absurdo o de rondar lo cliché, me remito a citarlo y a descansar esperando que este mes no se alargue un segundo más:
"¿A dónde fueron a dar tantas hojas de un árbol?"
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