sábado, 8 de enero de 2011

El Discurso Poético En John Connolly


[Pintura: Javier Hernández]


Por: Martín Cálix

-allí van las personas del sueño a la poesía-
Silvio Rodríguez


El verdadero significado del trabajo de construcción poética no tiene mayor relevancia, no hay valoraciones en la poesía hondureña que encaminen al rescate de las obras. El poeta es un arquitecto anónimo, nadie se detiene a ver su belleza en las vitrinas, nadie está lo suficientemente loco para despojarse de un par de pesos y apostar por una obra poética.
La poesía no vende, no es rentable, no se convierte en una marca y mucho menos en una moda. ¿Cómo entonces ha sobrevivido? Sencillamente porque la poesía está determinada por la experiencia individual de su creador, experiencia visceral entre sus demonios y su capacidad creativa. La musa es entonces la soledad del poeta y su percepción del mundo real, de su capacidad de deconstruir esa realidad y de redefinirla para sus fines.
Carlos Lanza define que De Las Cosas Que Recuerdo de John Connoly tiene como característica fundamental, la estructuración de un discurso poético que parte de la reflexión personal del poeta ante los hechos y cosas que han enmarcado su paso doloroso por la vida, éste paso doloroso es su experiencia de vida, son sus demonios y, es a la vez, lo que le permite crear.
La poesía de Connolly tiene profundos matices de un discurso contestatario, de una poesía incomoda, que aborda los sentidos y los vuelve perceptibles ante acontecimientos íntimos del poeta y nos los abre como una bolsa de regalos queriendo descubrir una verdad compartida entre el lector, la obra y el poeta, un tríptico hermosamente curado para los lobos hambrientos que acechan para devorar la belleza humana.
Nos referimos a lo que el viejo John nos devela. El hombre no se rompe/frente a los espejos./Un poeta/es un hilo irrompible/en el fondo del miedo/el poema/es una flor sangrando/sobre ésta tempestad/de fuego y alegría. Es necesario entonces volver a la poesía de Connolly para entender que el trabajo del poeta está anclado en su cotidiana envoltura de realidad que de apegos y desapegos tiene curtida el alma del poeta.
Pero Connolly no es un poeta maldito, su poesía no sólo del odio y del sufrimiento ha sido creada, sino también de lo que ha podido rescatarle al abismo de su memoria, tal vez una de las piezas que posee ese grado perfecto de sutileza y construcción de un discurso poético mucho más definido es Para Nunca Olvidar, con ésta pieza nos entrega una carga estética muy bien lograda, que parte de lo íntimo y se vuelve colectivo pues su cierre es tan fuerte como una tormenta en una tarde de agosto. Sólo importa que el milagro de los astros/hay un bardo que sobrevive al misterio del olvido/y a la vejez prematura de los años.
La poesía no es una fórmula perfecta de resultados perfectos, no se alcanza con a+b+c = d, su métrica se moldea a pulso en el oficio de su construcción cotidiana, parte de los elementos tangibles y los vuelve etéreos. El poeta es el arquetipo ultra de ésta relación visceral entre realidad y ficción.

1 comentario:

fe y alegria dijo...

genial hermano... como siempre un gusto leerte