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(No ha amanecido y estoy harto de este día)
Queridos todos:
hoy
que tampoco soy mi dueño
necesito pasar al baño del infierno
a vomitar un poco
o quedarme desencantado por el tiempo
que se nos desprendió el cutis
mientras hacía la tremenda fila
rodeado de cuerpos curtidos de tanta fiesta
para entregarme como un pan de carne
[a sus bocas
hambrientas de materia disponible
Seré todo suyo
ya sin alfileres
ni cicatrices
pero con el tanque vacío
Necesito sentirme un poco menos destructible
y creo que la indiferencia budista
será el síntoma de la renuncia final
con que me daré a sus manos
Confiésoles también que me hubiera gustado
[nacer
con la vulnerabilidad menos grande
no despedirme hasta siempre de los paseos
llevando el alma agarrada de la mano
totalmente a disposición de los apuñaladores
(Prometí no llenarme de las palabras de la violencia
hoy tan de moda
ahora me odio).
[...]
(Afuera / ser tragado dolorosamente por tanto cielo)
La eternidad del amor cabe en un momento
Expende lentamente su luz
Abruma la sangre
Se siente venir su olor humano
su ternura de elefante
Toma por salto a la vida
Aquello más grande que la persona misma
aquello casi inabarcable
queda reducido a un suspiro perturbado
sobre una estructura de carne
Y mi corazón flota frente a esta Dulcinea
[simbiótica
Luz en la antena de un pez de lo profundo
Si sobrevive
regresará a su paraje cavernoso
harto de escupirse la mano.
Martín Díaz
Xelajú, 1985.
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