sábado, 23 de agosto de 2014

La estética del dolor de Estuardo Prado


Reflexiones sobre el crack antes de un derrame II
[fragmento]

Llevaba varios días de estar en su casa sin salir para nada de ella. Había recibido hace tres semanas su cheque, esto fue el día sábado en la mañana. Fue a cambiarlo a una vetanilla especial y al tener el dinero en efectivo se fue a comprar lo que necesitaba para toda la quincena. Lo decidió así porque ya estaba cansado de ir tres o cuatro veces por semana a comprar, lo cual era arriesgado.

Agarró sus 800 quetzales y los distribuyó por orden de prioridades: 400 quetzales en crack, 300 de la renta de la casa, y lo demás en comida. Aunque en realidad lo único que le interesaba era tener suficientes piedras, además con suficiente crack no tendría que pasar penas; pues con éste ni hambre le daba. Al empezar a fumar todos los deseos desaparecían, ya no quería ni dinero, sexo, o cualquier otra cosa. Todos, absolutamente todos los deseos desaparecía inmediatamente; concentrándose y convirtiéndose en un solo y gran deseo el cual podía satisfacer a totalidad al pegarle un buen jalón a la pipa. Sintiendo como eran satisfechas todas sus necesidades en una sola y profunda inhalación. Por eso era importante tener suficientes piedras, pues si se le acababan antes del tiempo vendría la gran frustración, en donde ni el sexo, ni la comida, ni nada podría evitar que decayera en la más profunda angustia y desesperación. La cual a veces llegaba a concretarse en profundos y persistentes pensamientos de suicidio.

Ya con sus 17 paquetes, pues le habían regalado uno por lo grande de su compra, se fue a su cuarto emocionado. Al llegar a su casa, como era sábado decidió relajarse un poco y disfrutar de unas cuantas quemadas, además, había que probar la calidad de las piedras pues a veces cocían la coca y el bicabornato en cucharas usadas, dejándole un sabor horrible a café. Una vez hasta sabía y olía una a ajo.

[...]

Editorial X, 1998.

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