Por lo que me imagino la arqueología debe ser una cosa sorprendente, lo
más cercano a ella han sido mis visitas a las ruinas mayas en Copán Ruinas, más
allá de la visita cordial a la réplica del Altar Q y caminar por las empedradas
calles de ese hermoso lugar, hay cosas que te llaman la atención, detalles de
ese lugar que lo vuelven mágico. Igual que a la poesía.
¿Igual que a la poesía?
Ludwing sabe más de arqueología literaria que yo, pero hasta a él le
sorprendió ver en mis manos “Puntos cardinales” del poeta Juan Ramón Saravia,
una breve investigación en internet te lleva a la tienda de su casa editorial,
la respuesta fue de que esta pieza hermosa y olvidada de la poesía hondureña
hacía apenas 15 añitos que se encontraba agotada de los stands de libros catrachos.
Fue una coincidencia, no podría decirlo de otra manera, sería injusto
decir que yo conocía el texto, cuando lo vi, cuando noté el nombre del autor,
cuando vi su similar cubierta con la de otro texto casi olvidado de la
literatura hondureña y me refiero a “Figuras de agradable demencia” del señor
Roberto Castillo, fue para mí una sensación curiosa.
Ahí estaba, “Puntos cardinales”, aquel libro desconocido, dos
ejemplares, 60 lempiras en total, no regateé con la señora de la “tienda” de
libros usados, los compré y me fui a mi casa con la sensación de haber
conseguido el recetario más exquisito.
Hace algunos años, es decir, cuando yo era mucho más joven y llevaba la
clase de filosofía en la UNAH en San Pedro Sula, me tocó de maestro un hombre
canoso, alto, de pose muy elegante y con un sentido del humor afinado. Sí, el
mismo de “Pasajes bíblicos” y de “Entre todas las mujeres”, en persona, JR
Saravia.
-Maestro, Háblame del agua
tiernamente y despacio es mi pieza favorita. Le dije, casi en calidad de
fan al finalizar el primer día de clase.
-¿Cómo te llamás? Me dijo él, viéndome con curiosidad.
-Martín.
-Ah sí, mirá, ese libro es algo erótico, ya no recuerdo cuándo lo
publiqué.
Lo demás es historia, que nos hicimos aleros durante el semestre, que me puso el último puntito que me
faltaba para pasar su clase porque nunca recordé de quién es la historia de la
cueva o caverna, qué sé yo, y que alguna vez me atreví a enseñarle algunos
relatos que por esos días escribía como si tuviera mierda en las manos.
“Puntos cardinales”, es una de las cosas más lindas que las calles de
Tegucigalpa me han regalado. Algunos autores merecen mejor suerte, Saravia no
vive mal, lo sé porque no vive de la literatura pero debió merecer mejor suerte
como autor. De todos los libros que he leído de él yo me quedaría con tres,
definitivamente tres, uno de ellos es “Puntos cardinales” que te lleva por unas
imágenes deliciosas.
Por ejemplo:
sólo me resta
decirle
que aquí la
cosa sigue color de hormiga /
su batalla de
la trinidad
colgada en los billetes de a cinco /
el viejo
william walker
zumbándonos con su pata de palo /
y rafael
carrera en nuestra espalda
viéndolo bien
mi general
para qué va a
querer usted mi poemita
General
Francisco Morazán, pág. 63.
No podría decir yo que JR no sabe reír, descomponer el poster del ícono
más importante de la liga de súper héroes catrachos y hablarle con esa natural
sonrisa en sus ojos, como quien se sienta con su mejor compa a echarse unas
chelas, eso, me evocó lo anterior.
Es suave, cadencioso, vulgar, ajeno y propio y señores, por favor, no es
made in china, el hombre salió de uno
de los departamentos más extraños de la geografía hondureña, nacido en Santa
Bárbara, en 1951. Para los que no lo conocieron sino recién JR fue jefe de
redacción de la histórica Tragaluz y
Co-director de Cronopios, estos
proyectos ya desaparecieron, algunos años después publicó algunos poemarios que
pueden considerarse “menores” o quizás era que se nos andaba cansando ya el muchacho
de tanto correr por el campo detrás de la pelota, poemarios como “De cabo a
rabo” y “El tiempo que me sobre”, luego vino la memorable “Siguanaba con
migraña”, un relato muy inteligente y con una profundidad visual, es decir, que
usted literalmente baja hasta el infiernillo
con el cerdo que no podía morirse. Y como si no fuera suficiente, quién no
recordará el “Te conozco mosco”, un texto que no logré entender hasta ahora,
además de ser incluido por Sosa en aquella antología donde hasta el hijo de puta
del “padrecito” Reyes aparece y se hizo poseedor de la segunda mención
honorífica del VI Concurso de poesía Rubén Darío y ganó, compartiendo con
cuatro poetas latinoamericanos, el Casa de las Américas de Cuba en 1988, con el
libro que nos regala esta nota: “Puntos cardinales”, un blog en internet dice y cito: bajo el
título Cinco puntos cardinales, además al premio se refiere como Ex Aequo Casa de las Américas, sin que
este poco ilustre caballero entienda el termino Ex Aequo, pero no ahondaremos
en esas pequeñeces.
El uso acabado del sarcasmo, de la ironía, se nota en la siguiente pieza:
porque
imagínate
yo tendría que
empezar
hablando fuerte
gritando indignado
tendría que
mesarme las barbas en cada verso
y rasgarme las
vestiduras en cada punto y aparte
y decir
si yo hubiese estado allí no te mataban
ernesto
más adelante
quizás tendría que decirte poeta
o acaso
llamarte hermano mayor
y sería aquello
de recordar tus viacrucis
los filos de
la piedras
entonces sería
aquello de mojar mi poema en tu barba
y decir
tu asma pesaba más que los pulmones de
los andes
y no olvidar
llamarte comandante
con mayúscula
y mentarles la
madre a tus enemigos
pero si
no/quién
ernesto/
quién me creería que soy revolucionario
Mira
Ernesto qué difícil resulta hacerte un poema como los que acostumbran mis
amigos, pág. 57.
Finalmente yo diría que Juan Ramón Saravia con “Puntos cardinales” de
aquel agosto de 1988 explora la América que no terminamos de conocer y a la que
le han flagelado su historia una y otra vez.
Sólo me resta recordarles que está agotado hace 15
años y mientras ustedes leen esto a mí se me dibuja una enorme sonrisa de
maldad, me fumo un cigarro y brindo por JR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario