Debo ser honesto, de arqueólogo literario tengo lo mismo que de curar enfermos. Dicho eso, lo mejor será decir que hace como un año venía diciendo de que mis ojos necesitaban ver "¿Qué signo es usted, niña Berta?", antes de morir y ahora, no estoy diciendo que estoy preparado para morir, pero lo tengo conmigo.
La primera vez que tuve frente a mí un libro de Castellanos Moya fue el hermoso y visceral "El asco", una hermosa edición de Tusquets Editores. El libro venía con la firma de Horacio y una sobria dedicatoria a quien me lo prestó, quien, dicho sea de paso, no dudó en decir (a continuación parafrasearé a GR): Lo conocí en España, sí, nos tomamos algunas cervezas y hablamos mucho, bla, bla, bla, aquí te presto mi libro.
"¿Qué signo es usted, niña Berta?" lo encontré donde me indicó Ludwing, ahí, escondido hasta abajo de una pila de libros viejos y dañados, unos más que otros. Lo vi y el rostro se me iluminó. Sigo creyendo que los puestos de libros usados me seguirán sorprendiendo, las piezas de la literatura hondureña que he podido encontrar en estos lugares que muchas veces se tornan oscuros me han ayudado a entender varias cosas, algunas de ellas puede ser la comprensión de nuestro imaginario literario y su riqueza, mi ubicación como autor y editor frente a nuestros ancestros inmediatos, el valor de estos libros que literalmente están agotados hace años, tantos que ya nadie los recuerda.
No cabe duda, uno comienza la lectura de "¿Qué signo es usted, niña Berta?" y rápido se da cuenta que está frente a una buena pieza literaria, frente a un autor que sabe del oficio. Horacio Castellanos Moya es hoy en día uno de los referentes más importantes de la narrativa centroamericana. "¿Qué signo es usted, niña Berta?" es una pieza bella.
Ahora, para hablarles un poco del libro, la edición que tengo por fin de "¿Qué signo es usted, niña Berta?" es de 1983, pertenece a la colección Fragua de Editorial Guaymuras, ésta es la primera reimpresión. La primera edición es de 1981, según me comenta nuestra querida María Eugenia Ramos, este libro fue publicado en el período en que Roberto Castillo estuvo al frente de Editorial Guaymuras. ¡Bingo! Fue un período interesante para el mundo editorial catracho, algunas obras muy buenas fueron publicadas en las décadas de los 80´s y 90´s.
Y la belleza apareció frente a mí para amarme, para amarla:
3
Logró asiento: sobre las llantas chanchas. Un hombre, con plante de cobrador, estaba a su lado. A la niña Luz le tocaba ir parada; caminó hasta quedar junto al asiento de Berta. La señora no era anciana, ni demasiado gorda, pero el hombre con plante de cobrador se levantó - extrañamente - sin que pareciera que cedía el asiento. Berta se alegró: por nada del mundo se iría parada.
Tronó el primerazo. Agarró envión el bus en la bajada.
- A trabajar... - comentó la niña Luz.
- Sí - a Berta e parpadeó el pasaje que conducía a su casa.
Se zamaqueó el bus compresionando ante la curva.
- ¿A dónde me dijiste que era? - preguntó la niña Luz sujetándose firmemente del caño del asiento de adelante.
- Es una nueva agencia de publicidad - respondió Berta -. Queda casi llegando al Salvador del Mundo, en una de las calles que van de la Roosvelt a la avenida Olímpica.
- Dejame ver...
El bus enterró las llantas en la parada del puente La Vega.
- ¿Conoce el Notre Dame? - Buscó referencia Berta.
- ¿Qué es?
- Un colegio. Queda más o menos a dos cuadras abajo del Salvador del Mundo.
- ¡Ah! Ya sé.
Berta no creyó. El bus se topó: todavía un poco de gente se montó por la puerta de atrás.
- Ah pues la calle de enfrente... - desde su ventanilla, Berta divisó las casuchas que bordeaban el río; pensó en el almuerzo.
El bus bramó, agarraba impulso para subir la cuesta de la policía.
- No pude ver la novela anoche - se lamentó la niña Luz.
- ¿Cuál? - Se interesó Berta.
- "La pena". ¿Vos la ves?
Había una trabazón en la cuesta. El bus corcoveaba.
- Sí.
Berta puso la cada del que forza su memoria. Fue fácil:
- Alonso le dijo a Julia que Carlos no era su hijo...
- ¡No!
- Sí - continuó Berta -. Y Julia se puso a gritar, desesperada. Ninguno de lo dos sabía que Carlos venía llegando y que desde la otra sala los estaba escuchando.
Por fin, a violentos sobresaltos, el bus coronó la cuesta.
- ¿Y qué hizo Carlos? - preguntó la niña Luz.
- No sé. Ahí terminó el capítulo: cuando él aparece en la puerta y ellos se dan cuenta que ha oído todo lo que han dicho.
El bus no se detuvo en la siguiente parada. Iba demasiado lleno.
- ¡Lástima que no la pude ver! - Se quejó la niña Luz. Tuvimos que ir a visitar a mi sobrina, la hija de un hermano de Juan, que está enferma. Y me dio pena decirles que prendieran el televisor.
- Deberían comprar TV Guía - recomendó Berta -. Ahí sale resumido lo que va a pasar en cada telenovela toda la semana.
- No tiene gracia.
- Yo hay veces sí leo antes. No puedo aguantarme las ganas.
El bus cruzó al Mercado Cuartel velozmente. Fue a parar más adelante, para que sólo bajara gente.
- ¡Uy! Este hombre maneja como loco, exclamó la niña Luz.
- Mejor. No ve que voy algo tarde.
La niña Luz se apretujó contra Berta. Un cliente quería bajar y se había quedado retrasado. Pasó la molotera.
- ¿Y a qué horas entrás? - Preguntó la niña Luz.
- A las ocho.
- Vas temprano.
- No - explayó Berta -; Soy la única que tiene llave. Me toca abrir. Así que tengo que estar por lo menos diez minutos antes.
El bus se detuvo en el semáforo del Teatro Nacional. Berta observó la Plaza Morazán: no había tanto desparpajo como al mediodía o a las seis de la tarde; la poca gente esperaba los buses entibiándose con un tímido sol.
- ¡Sólo vos tenés llave?
- De los empleados, sí. Y don Darío y los demás ejecutivos llegan más tarde. Además tengo que tomar otro bus.
- ¿La 101?
- Ajá.
El bus avanzaba lentamente, aún repleto.
- ¿Y tu hermana? - preguntó la niña Luz.
- Ni me la mencione.
- ¿Por qué? ¿Que se han peleado?
- Por ella es que voy tarde: sabía que este viernes tengo un almuerzo con los de la oficina y se metió al baño antes que yo, para atrasarme.
- ¿Qué celebran?
- Se va el jefe de ventas. Él es mexicano, de esa gente con plata. Y ya se va del todo a su país.
Salió espantado el bus de la esquina del correo. Berta notó que la niña Luz se preparaba.
- ¿Usted también se baja aquí?
- Ajá.
- Tenga cuidado si va a andar aquí en el centro - se apresuró a aconsejar Berta -. Va a estar peligroso. Mi papá leyó en el diario que va a haber relajo con la gente de Catedral.
- ¿De veras?
- Ajá... a ver cuándo se acaban todos estos relajos - comentó Berta -. Casi todas las semanas se toman una iglesia. Ya no hay respeto.
- No ves que los están matando en el campo, niña. Es lo menos que pueden hacer - dijo la niña Luz -. Y mientras se abría paso hacia la puerta, pensó en lo que decía su hijo Juancito: "Las secretarias son reaccionarias".